Spanien

Confinamiento durante la epidemia del Coronovarius

Somos un matrimonio de 70 años, (María Reyes) y 77 (Pepe) retirados y sin hijos. Hemos trabajado siempre juntos 40 años, siempre en Alemania, en los mismos Departamentos médicos incluso en las mismas habitaciones o habitaciones contiguas. En 2013 nos trasladamos a Tudela (Navarra: Norte de España). Vivimos solos en un piso con muy pocos vecinos y con muy pocos contactos. Solamente una hermana de Reyes vive como a unos 300 metros de casa y a través de esta familia tenemos, en condiciones normales, muchos contactos de todo tipo, con los hijos que tiene, sobrinos, sobrinos nietos, conocidos etc. De mi familia, vivimos ocho hermanos y sus familias, pero esparcidos por la geografía española, Panamá, Estados Unidos, Alemania, Irlanda … Con ellos tenemos contacto telefónico y de ordenador frecuente.

Tudela de Navarra es una ciudad pequeña, de unos 35.000 habitantes, bien estructurada, muy antigua, con parques naturales preciosos y ciudades cercanas de antiguas culturas romanas, árabes y judías que hemos visitado y visitamos frecuentemente. Las gentes son amables, pero con “límites”. Es difícil hacer amigos de verdad, si no son familiares. Nos hemos acostumbrado bien. El clima es más bien seco, no nieva nunca, no hace excesivo frío en invierno y solamente es molesto cuando sopla viento, bastante frecuente a lo largo de todo el año.

Las tiendas, supermercados, están bien surtidas y de fácil acceso. Los servicios médicos en general buenos. Tenemos un buen hospital en la ciudad y varios servicios médicos con urgencias. Gracias a Dios estamos bien de salud y los usamos poco.

En condiciones normales hacemos vacaciones anuales en España o/y en Alemania, donde aún tenemos amigos y familia.

En casa, a parte de las funciones y actividades habituales de la casa, pasamos el tiempo leyendo, viendo la televisión, yo pintando (la morfología médica y la pintura ha sido y son mi segunda profesión; he realizado frecuentes exposiciones en la ciudad y fuera de ella), leyendo revistas alemanas (Die Zeit), inglesas, españolas, periódicos, especialmente los fines de semana, y revistas médicas alemanas (pertenezco aún al Colegio Médico Alemán).  En resumen, no tenemos dificultades “sociales”.

Hay un aspecto social anterior al “coronavirus” que me ha llamado y me llama la atención.

Los jubilados con buena o mala salud, tanto aquí como en Alemania, son considerados “inútiles” socialmente y considerados una carga; más aún los que tienen mala salud. La sociedad no aprovecha ni quiere aprovechar la experiencia adquirida durante su vida laboral. Personalmente me duele mucho este rechazo “social”, o mejor antisocial.  A parte de mis conocimientos y experiencia humana en patología, y neuropatología (he realizado miles de autopsias humanas y diagnosticado miles de biopsias, he sido pionero en el uso de la inteligencia artificial en el trabajo médico). La primera tesis doctoral en este sentido la dirigí en 1974). He escrito más de 200 trabajos médicos. Pertenezco a la Sociedad Española de Neurología, les he regalados muchos libros; he regalado incluso mis buenísimos microscopios. Aún tengo “contactos” con la Universidad de Navarra.  Pues no puedo ofrecer ni ayudar con estos conocimientos a nadie. Lo mejor es que me quede en casa. Interesan más mis dibujos que mis conocimientos médicos. Solamente tuve dos alegrías en ese sentido: Al terminar mi actividad en Alemania estuve invitado medio año en la Universidad de Zürich y en la Del Pais Vasco. Desde 2013 estoy en casa.

Tengo algunos conocidos en la Universidad de Navarra y en el Hospital de esta ciudad, pero “estoy jubilado para siempre”. Esto lo veo en colegas y amigos médicos “jubilados”. Es muy triste que “te dejen de lado” socialmente.

El confinamiento no ha cambiado gran cosa en nuestra vida. Nos adaptamos bien a no poder salir de casa más que a la farmacia y hacer las compras de la comida semanalmente. Vemos más televisión, tengo más tiempo para pintar (¡En este trimestre he pintado más de 1000! Dibujos), para oír y aprender más inglés, leer libros y periódicos etc.) No podemos salir a pasear, pero tenemos en casa una bicicleta estática que usamos diariamente con la cual compensamos nuestros paseos diarios). Reyes cocina muy bien y en esta región del “Valle del Ebro” hay mucha y buenísima verdura todo el año.

Dado que hemos tenido habitualmente poco contacto con los vecinos y tenemos buena salud, no notamos especialmente este aislamiento. Vivimos en una calle que forma “muralla” con una carretera a la ciudad. Enfrente del balcón se ve el valle de Ebro y un poco del Parque Nacional de “Las Bardenas”. Detrás de la casa tenemos un jardincito privado con flores que Reyes cuida con cariño, antes y durante el confinamiento. Las casas de los vecinos tienen “murallas laterales y verticales” por lo que el contacto es mínimo.

Durante estos días de Semana Santa y Pascua echaremos mucho de menos los actos religiosos, las procesiones habituales en este tiempo y naturalmente los días de fiesta durante la Pascua.

Nos duele ver como en los Asilos de ancianos se han infectado y muerto tantas personas y cuidadores, Médicos también se han infectado. Un hermano mío, Médico en Salamanca, se ha infectado y ha estado en cuarentena en su casa. ¡Ahora le han obligado a ir al centro médico donde trabajaba! ¡Da la sensación también que a determinada edad “uno sobra socialmente!”.  Nos duele ver que eso va siendo verdad y más durante el confinamiento. Con buena salud se puede tolerar, pero con mala salud… deprime.

Tal vez esta pandemia haga pensar social y políticamente de manera más efectiva.

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Rosie, 27 años

Barcelona, España.

Psicóloga.

Para mí el confinamiento han sido muchas cosas, una mezcla de sentimientos. Por momentos me lo he tomado como si la vida nos obligara a tomarnos un tiempo para detenernos, dejar las prisas del día a día y pensar en cuidarnos y en cuidar a los nuestros. Son tiempos de mucha incertidumbre, donde no solo no sabemos en que quedara todo esto, sino tampoco sabemos que pasara después. El 2020 se ha convertido en un año en donde no vale de mucho las planificaciones que podamos tener, porque no se sabe que será de nosotros en los próximos meses, y si en algún momento volveremos a la “normalidad”.

Dividiré mi escrito en aspectos positivos y negativos. Entre las cosas positivas: han sido días que me han permitido mirar para dentro, hacerme cargo de mí, de mi alimentación y de mi cuerpo. He tenido finalmente tiempo para hacer consciente los efectos que tiene en mi rutina y la “falta de tiempo”. Me he dado cuenta de la importancia de disfrutar de las sencillas cosas de la vida, de aquello que tenemos en casa y muchas veces no le damos el tiempo que merece. He podido conectar a mi familia, llamar a amigos que tengo lejos, ponerme al día con ellos. Disfrutar de un maratón de películas con mi novio, de hacer infinitas cenas caseras, donde no necesitamos salir para conectar y probar recetas exquisitas.

De la misma manera, he conseguido el tiempo para cocinar para mí, probar recetas nuevas, inventar en la cocina y a aprender a cocinar saludable. Esto me ha ayudado a bajar de peso, un kilo y unas cuentas medidas de cintura, pero si, he logrado bajar un poco de peso en cuarentena. Esto ha sido un verdadero logro para mí, ya que me lo he propuesto muchas veces y ha sido difícil lograrlo con la rutina que suelo tener.

Junto a esto también he conseguido el tiempo para ponerle al día con trabajos pendientes de la universidad.  Y hacer investigaciones para los futuros trabajos de mi maestría. He podido consentirme, tener tiempo para hacer lo que quiera sin calcular el tiempo que tengo para ello. Al poder cuidarme más, atenderme más, conectar con cosas que me hacen crecer y me nutren, me he sentido muy bien conmigo misma, y espero poder mantenerlo después de la cuarentena.

En cuanto a lo negativo. España ha sido uno de los países más afectados por el COVID-19, hay innumerables casos de contagios y numerosas muertes. Esta es una situación que me da mucha tristeza. También he podido saber de historias muy tristes. Me comentaron que en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales están colapsados, por lo que solo están dando cuidados intensivos y respiradores a personas jóvenes y con esperanza de vida. A los adultos mayores no les están dando respiradores, por lo cual muchos mueren sin poder ser salvados. Por otro lado, muchas personas están perdiendo sus trabajos, hay mucha ansiedad e incertidumbre y todas las noticias indican que enfrentaremos una crisis económica de gran nivel en los próximos meses.

Me preocupa mucho mi futuro y el de mi familia aquí en España. Estamos bien ahora, pero no sabemos todavía la magnitud y el impacto económico que tendremos cuando todo esto termine. Si podamos seguir viviendo bien, tranquilos, si mantendremos nuestros trabajos. Es un mar de incertidumbre. Ciertamente estando en casa, sanos y a salvo nos sentimos bien, pero cuando nos detenemos a pensar en el futuro la ansiedad toma un lugar importante. Quiero pensar en que saldremos de esta circunstancia fortalecidos, renovados y siento personas nuevas. Con más conciencia y valorando más lo sencillo de la vida. Valorando más a nuestros seres queridos, valorando el tener un trabajo y una casa donde poder refugiarnos. Siendo personas que valoremos hasta el café que nos tomamos en nuestro lugar favorito. Todas aquellas cosas que antes dábamos por sentadas, cosas rutinarias y que nunca pensamos que podían faltar. Y ahora no podemos disfrutar. Creo que esto nos hará mas agradecidos con todo lo que tenemos.

Siento que el mundo después del COVID nunca volverá a la normalidad, aprenderemos a vivir de una manera diferente, mas agradecida, y sin dar por sentado todo lo que tenemos, ya que sabemos que, en cuestión de un mes, por un suceso inimaginable como una pandemia mundial puede cambiar todo. Esto será sin dudad un evento que marcará muestras historias.

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Esperanza:

Tiempo de virus Domingo, 12 de abril de 2020.

En esta mañana de domingo el cielo tiene un azul muy hermoso y está moteado de nubes blancas, limpias.

Abro la ventana para sentirlo mejor, los colores brillan más, la brisa es fresca, huele bien. El sonido que me llega es el canto de los pájaros y las ramas que se mecen suavemente. El resto es silencio, tranquilidad.

En poco tiempo ha cambiado mucho el aspecto de mi barrio. La naturaleza ha cobrado vida entre las altas torres de viviendas y las naves industriales; ha desaparecido el ruido de los coches, el humo de sus motores, el tumulto de la gente, la fealdad de la vida acelerada. Ahora es una ciudad que invita a disfrutarla, a pasear.

Pero hoy no va a poder ser… me tengo que conformar con observar desde la ventana; como cada mañana desde hace ya 28 días.

Hasta ese inesperado 14 de marzo en el que todo cambió y se cerraron las puertas de todas las casas en España, cada domingo por la mañana era mi tiempo de buscar el cielo azul y la brisa fresca en los parques urbanos de la gran ciudad de Madrid o en las sierras cercanas del norte, y recorrer sus caminos con paso vivo para llegar al lunes laborable con vitalidad y optimismo. También era el tiempo de encontrarse con los amigos, la familia, y pasar unos buenos ratos de conversación y de risas.

Hoy no va a poder ser… Parece que tengo un tesoro muy valioso, pero está metido en una urna de cristal y no lo puedo tocar, ni oler, ni saborear.

Vivo en un piso cómodo y soleado con mis dos hijos jóvenes y mi marido. Yo tengo 53 años y estoy sana. Todos estamos bien, no hemos enfermado; tampoco mis padres ancianos, ni mi hermano, mis cuñadas, sobrinas y sobrinos. ¡Tenemos mucha suerte! El trabajo también está asegurado para la mayoría de nosotros. Yo trabajo en la Administración Pública para el Estado. La economía está sufriendo un parón absoluto; puede que me rebajen el sueldo durante un tiempo, pero nuestra situación económica será estable.

Los primeros días de confinamiento me lo planteé como un reto que íbamos a superar con imaginación y disciplina. Un reto que nos enseñaría a ser mejores personas, a disfrutar de un tiempo libre inesperado, a valorar mejor nuestras capacidades como sociedad. Todos en casa lo sentíamos así. Lo mejor de todo era pensar que con nuestra actitud positiva ayudaríamos a parar esta epidemia y pronto todo volvería a ser como antes y lo apreciaríamos más; incluso la inevitable crisis económica sería un pequeño paréntesis que revertiríamos rápidamente con el esfuerzo de todos y nuestras ganas de volver a disfrutar de todo aquello que se había quedado al otro lado del cristal.

En aquellos días de sensaciones extrañas, entre incredulidad y esperanza, pensaba que muchas personas cualificadas nos llevarían hacia el éxito: médicos, científicos, transportistas, ingenieros, artesanos, agricultores, psicólogos, limpiadores, políticos, cuidadores.

En una especie de subida repentina de adrenalina disfrutaba de las canciones, las bromas, las exposiciones, la colaboración entre vecinos, los programas radiofónicos, el cine, la literatura; toda 1 una explosión de propuestas on-line que nos llegaban a travės de las „redes“ y demostraba que son muchas las personas colaborativas, proactivas, con creatividad y generosidad.

¡Gracias a tod@s por darme fuerza para soportar el aislamiento y creer en esa sociedad que ya buscaba antes de que se parara el mundo y nos quedásemos varados en nuestras casas!

Tres semanas después los datos que iban llegando a través de la radio y la televisión eran demoledores: las cifras de personas muertas, enfermos que sufren en las unidades de cuidados intensivos, personal sanitario al borde de la extenuación, material insuficiente, ancianos que no pueden tener la compañía de sus seres queridos, personas que son despedidas de sus empleos, mujeres y niños que deben convivir con sus maltratadores… todo esto me hiere pero no me toca. ¡Es extraño e irreal!

Pero al fin la muerte también nos es contada a través del teléfono. Es desolador, es extraño y es real; ¡ya nos toca a todos!

En el día de hoy, domingo 12 de abril, tengo algunas certezas trágicas, casi todas relacionadas con la pérdida de la vida de demasiadas personas; y veo varias amenazas en el horizonte que me plantean muchas preguntas y bastante incertidumbre: ¿cuando, por fin, salgamos a la calle, seguirá el virus invisible amenazando nuestra salud escondido en los tiradores de las puertas?, ¿tendrán mis hijos la oportunidad de trabajar y desarrollar una vida independiente?, ¿será la española una sociedad evolucionada y solidaria?, ¿pondrán los grandes centros europeos de poder la dignidad de las personas por delante de los índices económicos?

Bien, también confío plenamente en que se lograrán algunos objetivos que nos llevarán hacia una sociedad mejor: se conseguirá una vacuna y medicamentos que suavicen los efectos de este virus y otros que vengan despuės; muchas personas trabajarán juntas en muchos proyectos, al margen de su procedencia o credo, y serán muy productivas; se debatirá intensamente sobre el papel de cada ser humano en el proceso productivo de la sociedad; y, por supuesto, volveremos a disfrutar de las reuniones en la calle con nuestros seres queridos, charlaremos y nos reiremos.

Desde mi ventana, en el 8° piso de este gran bloque de viviendas, en esta ciudad de Móstoles, en el extrarradio de la gran urbe que es Madrid, mirando el cielo limpio y azul, en esta mañana estéril de domingo, con tantos sentimientos de tristeza, emoción y esperanza en mi cabeza, quiero rendir un Homenaje a una actitud que se resume en una frase que se ha dicho en estos días de confinamiento:

„Señor primer ministro, cuente con nuestra colaboración. Todo lo que nosotros podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte“. Palabras de 6 de abril de 2020 del líder del primer partido de la oposición en el gobierno de Portugal, al presidente del Gobierno de su país.

¡Os deseo la mejor de las suertes a todos en esta crisis! Esperanza